No es que venga, vaya a suceder, es que está ahí desde tiempo inmemorial por el hecho de serlo; de exageración y culpas, nada de nada; sobre los errores normales de todo ser humano y de ese sentimiento de culpabilidad achacable a los presbíteros por algún comentario solo cabe afirmar -sin querer entrar en esa verdad y realidad- con cansina, harta y condenable negligencia, por no decir total ausencia mediática sobre la horrible, sangrienta y mortal persecución cristiana que tiene lugar a diario en múltiples países del mundo, en acertadas palabras de Carlos Amigo: «…Al reto del ateísmo o del agnosticismo solamente puede responder el testimonio creíble y confesante de la fe en Jesucristo como revelación del Padre»; TRATO DE RESPETO demandan los cristianos quienes desean reclamárselo a otros, entre ellos muchísimos políticos, cuyo enfermizo objetivo es denigrar y apartar la religión católica de la sociedad, favoreciendo el consumismo, materialismo, hedonismo y relativismo, el último una de las más graves amenazas actuales para la integridad moral de todo ser humano, empeñándose, desgañitándose en poner obstáculos para que Dios pueda tener presencia en los asuntos de este mundo, a modo de un «HUMANISMO DESHUMANIZADO» en el que se prescinde de Él y de toda realidad trascendente. Por lo tanto, no es tiempo de catacumbas y refugios porque nos discutan o tengamos dificultades para manifestar nuestra fe: en modo alguno puede reducirse al ámbito de lo privado como le gustaría a muchos, hagámonos presentes en la realidad diaria de lo social, de lo laboral, de lo político (gracias Papa Francisco por recordárnoslo recientemente), y aparezcamos más en la vida pública sin complejo alguno, sin avergonzarnos, estando orgullosos y felices de ser seguidores de Jesucristo. Recordemos a este respecto el pensamiento de Rahner: «El cristianismo o está presente en los medios de comunicación, en el entramado social, en el mundo intelectual y de la cultura, en la vida pública, o el cristianismo languidece».