El escrache es una forma más de acoso moral, de hostigamiento premeditado, de violencia psíquica y/o física
Salvador Sostres el día 13 de Abril en EL MUNDO escribe en la sección ESPAÑA > EMERGENCIA el artículo titulado «Cada escrache», a propósito de los continuos asedios de los antidesahucios que vienen produciéndose en España las últimas semanas, con más frecuencia en Madrid, siempre contra los políticos y algunas sedes del partido gobernante votado con mayoría absoluta en las últimas elecciones democráticas. Reflexiona: «Cada escrache es un atentado, e ir a buscar a las personas a sus casas es propio de matones y regímenes totalitarios». «Cada escrache es un acoso a la democracia». «Los escraches no son la respuesta a ninguna injusticia sino la retórica criminal de los que pretenden huir de su fracaso destrozando la vida de los demás».En efecto, como el autor intentaré reflexionar sin partidismo alguno: el término o palabreja escrache se las trae aunque no es más que un simple eufemismo —pura dialéctica diría yo—propiciado por quienes lo auspician, lo promueven, lo practican, por algunos políticos, muchos medios de comunicación —siempre los mismos— que no conformes con apoyar el antedicho término lo justifican en lo que es una auténtica y perversa manipulación del lenguaje (http://www.salut.org/post/102554), porque no puede, no debe utilizarse la susodicha palabra, dado su verdadero significado, comportándose como adeptos fieles, testigos mudos de estas perversas conductas dando publicidad y no poca fama a sus promotores, organizadores, líderes y participantes —todos ellos los auténticos acosadores— porque los escraches no son más que una forma más de violencia en nuestra sociedad, claras conductas de acoso moral, persecución, hostigamiento premeditado, delitos en definitiva, que nada tienen que ver con los regímenes democráticos, y lo que es más grave y repugnante: quienes los llevan a cabo amenazan, coaccionan, aterrorizan, atacan el derecho a la libertad de las personas en su libre albedrío para tomar decisiones en relación con su voto en el Congreso de España en cuanto a la regulación y política a seguir con la legislación de los desahucios (inexistente en anteriores gobiernos y que inconcebiblemente permitieron alrededor del 90% de los mismos realizados hasta hoy) jugando, aprovechándose de la desgracia de quienes lamentablemente ya han sido desahuciados o van a serlo en el futuro, comportándose como verdaderos delincuentes; el artículo 498 del Código Penal se refiere a: «Los que emplearen fuerza, violencia, intimidación o amenaza grave para impedir a un miembro del Congreso de los Diputados, del Senado o de una Asamblea Legislativa de Comunidad Autónoma asistir a sus reuniones, o, por los mismos medios, coartaren la libre manifestación de sus opiniones o la emisión de su voto, serán castigados con la pena de prisión de tres a cinco años». En cualquier caso, existe tipificación penal individual para algunas de las conductas citadas más arriba, por ej. el trato degradante, sin olvidar la decisión del TSJPV de tomar medidas (alejar a los manifestantes a 300 metros de la persona o sede acosadas) en defensa del derecho a la intimidad personal y familiar de las víctimas.
Del mismo modo que en el ensayo Los monstruos del trabajo al referirme al anglicismo, por todos conocido, «mobbing» (violencia en los lugares de trabajo) me reafirmo en la imperiosa necesidad de eliminar el citado término al igual que el de «escrache»; ciertamente, similar terminología es prerible sea desterrada, no utilizada: no más mentiras, mucho mejor describir, catalogar las conductas características de los escraches como amedrentamiento, intimidación, persecución, acoso moral, hostigamiento, maltrato psicológico, trato degradante y/o denigrante, violencia psicológica y/o física (empujones, golpes y/o agresiones) o psico-terrorismo, por el miedo y las consecuencias patológicas (enfermedades orgánicas, psicológicas e incluso psiquiátricas) a las que pueden conducir semejantes comportamientos. Ambos son violencia aunque el mobbing ocurre en los lugares de trabajo y la antedicha violencia es intra-laboral, interna, como consecuencia de las relaciones que se establecen entre los trabajadores. En consecuencia, si bien es cierto que las conductas son muy similares deberíamos diferenciar una y otra violencia. De cualquier modo da igual donde tengan lugar los escraches: son también violentos y coartan, atacan la libertad de elección de voto de quienes han sido legítima y democráticamente nombrados representantes de los españoles por mayoría absoluta.
A este respecto acaban de producirse las primeras denuncias tanto individuales como por algún colectivo de juristas y abogados (Manos Limpias) ante tanta impunidad hasta el momento sin castigo, si bien es cierto se han producido sanciones administrativas, lo que ha conducido a que estas totalitarias conductas se hayan convertido en algo habitual siempre contra los mismos. Paradójicamente, frente a la «epidemia silenciosa» que constituye la violencia en los lugares de trabajo (mobbing) de la cual viene ocupándose muy poco los medios de comunicación, los escraches son aireados un día sí y otro también, de modo cansino, como si tuvieran algo de ejemplar, de reivindicativo, cuando lo cierto es que si no se regulan de otra manera —dialogando los interesados, presentando en las instituciones democráticas sus justas peticiones y respetando a las personas sin la utilización de comportamientos violentos, así como adopción de medidas políticas que contribuyan a solucionar el problema de los desahucios— pueden transformarse en una progresiva y no deseada espiral de violencia. Algo no deseado, en modo alguno, por nadie. (https://www.jdominguezsanchez.es/desde-mi-atalalaya-digital-iii-persistencia-de-los-monstruos-del-trabajo-y-de-su-impunidad-la-violencia-en-los-lugares-de-trabajo-es-una-epidemia-silenciosa/)